Lo que el mundo puede aprender del impuesto de México a las bebidas azucaradas

Uno de los principales puntos de discusión del reciente presupuesto del Reino Unido fue el anuncio de un impuesto sobre los refrescos azucarados. Pero México ya tiene un impuesto al azúcar. Entonces, ¿qué sabemos sobre su impacto? ¿Y qué puede aprender Gran Bretaña de ello?

Al igual que con México, Gran Bretaña ha estado luchando con un problema muy gordo. La diferencia es que México se atrevió a dar el primer paso para gravar las bebidas azucaradas. El viaje ha sido turbulento, pero investigaciones recientes parecen mostrar que se han hecho progresos.

México es un país donde la industria de bebidas azucaradas ha penetrado y cambiado el núcleo de la cultura mexicana. Apreciada por su rico valor nutricional, la dieta tradicional mexicana se compone de abundantes frutas y verduras, cereales integrales, legumbres y especias.

El pan de todos los días en México siempre ha sido la tortilla. Producida tradicionalmente a partir de maíz cultivado en “milpas”, un sistema agrícola ambientalmente sostenible en el que el maíz, el frijol y la calabaza crecen simbióticamente, la tortilla ahora tiene un gran rival: las bebidas gaseosas.

De ser un país saludable, hoy el 71% de la población adulta de México tiene sobrepeso u obesidad. Además, las bebidas azucaradas aportan el 70% de la azúcar añadida en la dieta mexicana. En 2012, un mexicano promedio bebía 163 litros de bebidas azucaradas al año.

La dieta de una nación transformada

La industria de bebidas ingresó a México y conquistó a su población al proporcionar refrigeradores gratuitos a restaurantes, taquerías y tiendas familiares. Disponibles incluso en los lugares más remotos de México, las bebidas gaseosas transformaron la dieta y la salud de la nación.

Ante índices abrumadores de obesidad, en enero de 2014 México se convirtió en uno de los primeros países del mundo en imponer un impuesto a las bebidas azucaradas. El impuesto se aplicaba a cualquier bebida con polvo añadido, jarabe, extracto de sabor, azúcar o edulcorantes calóricos. Las bebidas gaseosas, las bebidas energéticas, el té y el café embotellados, los jugos de frutas y cualquier bebida con sabor a frutas con azúcar agregada estaban gravadas a la tasa de un peso mexicano (alrededor de £ 0.04) por litro.

El mundo tiene a México bajo observación desde entonces. Y en enero de 2016, el Instituto Nacional de Salud Pública de México y la Universidad de Carolina del Norte publicaron en el BMJ su primer análisis de los efectos del impuesto al azúcar allí. Los resultados parecían prometedores.

Lo que reveló el informe BMJ

En promedio, se logró una caída de 6% en las compras de bebidas azucaradas en 2014. A finales de 2014 se había presentado una caída de 12%. Entre los hogares más pobres, la venta promedio anual de bebidas azucaradas cayó un 9% y para diciembre de 2014, las ventas habían disminuido un 17%. Las ventas de agua embotellada y bebidas sin azúcar añadida aumentaron un 4%.

En 2015, las ventas anuales disminuyeron de 163 litros a 137 litros per cápita. El ingreso estimado de un impuesto del 10% sobre las bebidas azucaradas es de 15,4 a 16,0 mil millones de pesos (alrededor de £ 639 millones). Se ha estimado que la reducción del consumo de bebidas azucaradas reducirá el número de personas con sobrepeso u obesidad en un 1% (esta estimación se basa en una línea de base de 163 litros de ingesta por persona).

La industria dice que, al gravar los alimentos, la gente pobre se verá afectada. Esto es cierto. La investigación reciente en México apunta a una mayor disminución en la compra de bebidas azucaradas en las comunidades pobres, lo cual es bienvenido. Aunque la obesidad es actualmente más común entre los más ricos de la sociedad, las personas más pobres generalmente tienen peor salud y menos acceso a la atención médica, así como también menores ingresos disponibles.

Aunque es demasiado pronto para saber si el consumo general de azúcar ha disminuido, los resultados hasta ahora muestran que el impuesto podría reducir las desigualdades si mejora los comportamientos de salud entre las comunidades más pobres y fomenta el gasto en productos más saludables o menos saludables. Incluso puede prevenir el cambio que se ha visto en la mayoría de los países, donde la mayor prevalencia de obesidad pasa de los sectores más ricos a los más pobres de la sociedad. Gastar menos en bebidas gaseosas podría significar una mejor salud y más dinero.

Solo el comienzo

Si el Reino Unido y otros países quieren reducir la prevalencia de enfermedades metabólicas, los gobiernos necesitan que el impuesto se refiera a la salud y no al dinero. Un aspecto negativo del impuesto a las bebidas azucaradas en México es que los ingresos recaudados no están siendo dirigidos a la prevención de la obesidad. Entonces, ¿adónde va?

Desde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, la disponibilidad de bebidas gaseosas y comida chatarra en tiendas de conveniencia y otros puntos de venta de alimentos en México ha aumentado dramáticamente. Mi investigación actual estudia la asociación de la densidad y la proximidad de los diferentes tipos de puntos de venta de alimentos (el entorno alimentario) y la obesidad en México. ¿La presencia estratégica de puntos de venta de alimentos podría estar desencadenando el consumo de gaseosas y enfermedades metabólicas en México?

La economía mundial favorece la accesibilidad de alimentos baratos y altamente procesados que tienen poco o ningún contenido nutricional (las bebidas azucaradas son el mejor ejemplo). Abordar las enfermedades metabólicas requiere un enfoque integrado y el impuesto al azúcar es solo el comienzo. Se requieren mayores esfuerzos para reestructurar el entorno alimentario, aumentando la disponibilidad de alimentos saludables y haciendo de la opción saludable la opción fácil.

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